viernes, 30 de enero de 2015

Historia de La Moda en Venezuela

La moda en Venezuela no tiene fecha de nacimiento. Ella acompañó a los españoles en su travesía y vivía aquí con los indígenas. Por eso, escribir de su historia puede ser un poco…extenso. Pensando en ello, en vez de hablar de jubones, calzas, corpecitos, cofias, miriñaque, enaguas, guardapolvos y otros términos incomprensibles, voy a dar una vuelta general -y curiosa- por lo que fueron las costumbres al vestir en un período que se alargó por más de tres siglos: la época colonial.
¿Te imaginas entrar en la actualidad en una tienda de ropa y solo poder comprar prendas de una sección? Y ello no se refiere a categorías tipo “hombre” “mujer” y “niños”, sino a “mantuanos” “criollos”, “de orilla”, “pardos”, “indios”, “negros”… y así podríamos seguir un rato según las diferentes combinaciones.
Nos parece una idea descabellada cuando la moda en la actualidad sirve como un elemento de expresión del individuo –y de la sociedad-, pero en la época colonial venezolana tal cosa no existía. Los habitantes de la Capitanía General de Venezuela se vestían según su clase social y la moda era un elemento funcional. Ejemplo de ello es que una de sus clases sociales más poderosas, la clase “mantuana”, debe su nombre al manto que sus mujeres utilizaban, una especie de chal de seda en forma de pañoleta que las cubría desde la nuca hasta por debajo de la cintura. Sus bordados y flecos largos eran símbolos de status, lo que hoy viene siendo la cartera Louis Vuitton o el reloj cucú que algunos llevan en la muñeca.
ero, ¿quiénes establecían las pautas al vestir? Alguien o algo tenían que iniciar la cuestión. En el caso de Venezuela,  España era nuestro modelo a seguir, no solo a nivel político y social sino también cultural.  Sin embargo, a través del contrabando y de los acontecimientos históricos –la Revolución Francesa, el Imperio Napoleónico-, Francia, Holanda, Inglaterra y México también exportaban sus modos de hacer y vestir.
A pesar de la influencia, los diseños partían del acuerdo entre el cliente y el Maestro de Sastrería, es decir, los diseñadores de la época. Las piezas se realizaban “siempre en base a un tratado sobre el oficio, según el modelo de alguna ropa importada o siguiendo la representación de un grabado español o mexicano” dice  Carlos F. Duarte en su libro “Historia del traje durante la época colonial venezolana”. Sin embargo, al contrario de lo que sucedía en Europa, el sastre aconsejaba, mas no imponía los modelos. Su opinión era muy estimada, ya que el traje no buscaba satisfacer las vanidades individuales sino expresar el rango social y la ocupación profesional.
A partir de esto quizás pensemos que quienes más frecuentaban a los Maestros de Sastrería eran las mujeres, sin embargo, hasta el siglo XIX el hombre era quien tenía un clóset inmenso y variado, lleno de accesorios y adornos. “Empezó con un calzón y terminó de pantalón largo en un atuendo de uniformidad total” cuenta Antonio de Abreu en su libro “La pasión criolla por el fashion”. “En cambio –continúa- la mujer se hizo dueña absoluta de las grandes creaciones de los costureros, quienes siguiendo de cerca diferentes estilos y tendencias la convirtieron en verdadero aparador”. Por eso es que este siglo, en relación a los anteriores, vemos tantos cambios en la moda femenina.
Hasta ahora hemos hablado del enorme interés por el venezolano por lo que ocurría en el mundo y su fascinación por vestirse en congruencia con los tiempos. Pero existe una costumbre que nos viene de mucho antes de ser colonia española: los accesorios. Cuando llegaron los conquistadores intercambiaron pedacitos de espejo por perlas con unos anodadados indígenas. No solo era un elemento nunca visto, sino que quien lo tuviera guindado al cuello se convertía automáticamente en alguien superior en la tribu. Huesos, piedras, plumas, conchas o cualquier otro elemento natural formaban estos collares que constituían una costumbre ancestral de pretensión que ha trascendido hasta nuestros días.
No pretendo con este artículo iniciar una discusión sobre la identidad venezolana, decir que nace en la retrospectiva y en conocernos a nosotros mismos. Esto es irrefutable, sin duda, pero ya parece el cuento del gallo pelón. Desde nuestro nacimiento como Capitanía General de Venezuela, la moda estuvo construida por dos vertientes: la primera, dada por la fuerte influencia extranjera que continúa experimentándose todavía hoy;  la segunda, derivada en gran medida de la anterior, de la interpretación y adaptación que el venezolano le ha dado a esa misma influencia. ¿Qué tal si eso es en realidad lo que nos define? ¿Sí? ¿No? Ok, pues.
escrito por Stefania Straga 


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